viernes, 19 de julio de 2013

Fiesta Patronal

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Escuchar Homilía de Mons. Santiago:
Texto de la Homilía

     Estamos celebrando con mucha alegría en esta soleada tarde, la Fiesta en honor a Nuestra Madre, la Virgen del Carmen.

   Todos sabemos, para nosotros que vivimos aquí en la Ciudad de Cruz del Eje que es Patrona de la Ciudad, pero también sabemos todos,  que la Virgen del Carmen, es Patrona de nuestra Diócesis de Cruz del Eje, así que agradecemos mucho la presencia de los sacerdotes de otros lugares, de estancias, desde aquí, que han querido sumarse a esta La Fiesta, su Fiesta, como algunos de ustedes, Pueblo de Dios, religiosos, religiosas…

   Damos verdaderamente gracias a Dios, porque nos unimos a honrar a Nuestra Madre, volviendo a recordar, pero un recuerdo que nos habla no solo de la memoria, sino de ir al corazón de la presencia maternal de la Virgen, este título “del Carmen” que nos habla en sí mismo (este título) de la opción “sólo por Dios”, decía, en relación al Profeta Elías, en el monte, purificando de todo otro culto y honrando al Dios verdadero y adorando al Dios único y verdadero, surge ahí lo que llamamos la vida contemplativa,  la vida de oración, que  luego los Carmelitas y las Carmelitas nos recuerdan siempre y que lo sabemos como una expresión de Santa Teresa de Ávila, el “Solo Dios basta”; y sin duda que la Virgen es un modelo acabado, ella misma, de la opción “solo por Dios”. Por eso, este texto del evangelio que acabamos de escuchar, lo que pareciera una cierta respuesta de Jesús “antipática” de Jesús frente a su madre, “tu madre, tus hermanos que son tus parientes (traducción de los hermanos es los parientes de Jesús), están ahí afuera buscándote”, “¿quiénes son mi madre y mis hermanos?” aprovecha Jesús para enseñar y enseñarnos “mi madre y mis hermanos son aquellos que cumplen la voluntad Dios” y sabemos, por excelencia, que la Virgen, entonces, es doblemente pariente, doblemente madre, porque le ha dado sus carne a la carne del Hijo de Dios, y porque ha sido la mejor discípula, la que mejor encarnó la Palabra de Dios en su vida, y, celebrándola, nos invita a todos nosotros a familiarizarnos cada vez más con Jesús, con el Hijo quien ella nos presenta, nos trajo y nos invita siempre a seguir sus pasos.

   Nosotros estamos llamados a ser "familia íntima" de Jesús, y en la medida que vivamos realmente en fidelidad a la Palabra de Dios, único camino para la auténtica felicidad de un creyente. nunca tenemos que olvidar que aún en dificultades, en momentos adversos, en momentos de prueba de dolor, de enfermedad, de sufrimientos, de calumnia, de todo lo que nos pueda pasar el cristiano ye le creyente vive gozosamente feliz porque se sabe unido al Señor, asociado a la Cruz del Señor, y que la clave está justamente en encarnar su palabra y su vida, no dejándonos conducir por otros criterios que no sean criterios del Evangelio, y esta es la clave de la felicidad, el mismo Jesús nos lo dijo en su Evangelio, "felices aquellos que escuchan la palabra y la practican", y practicar la Palabra es prenda de la vida eterna, y todos estamos llamados, y todos seguramente experimentamos cuando nos apartamos de los mandamientos del señor, que siempre son posibles, no son utopías irrealizables los mandatos del Señor, la vida del Evangelio es posible, ser encarnada y vivida con toda la exigencia que ello trae, solo viviendo eso experimentamos la felicidad y cuando tristemente nos pasa lo contrario, cundo nos sentimos más frágiles o débiles, nos apartamos de Dios, cuando no vivimos en su gracia, ciertamente, si somos sinceros, experimentamos la tristeza que es estar lejos de Dios, y solo cumpliendo sus mandatos, asociándonos a Él, viviendo como Él, encontraremos la auténtica felicidad, y la liturgia de hoy nos anima a vivir realmente nuestra vocación, a encarnar el Evangelio en nuestra vida,  "mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra,  los que la practican, los que viven la voluntad de Dios", y a esto estamos  llamados todos, a predicar el Evangelio con nuestra propia vida, a anunciar lo que creemos en este Año de la Fe con nuestra propia vida, que los que nos ven, que los que nos ven hablar, los que nos ven actuar, los que nos ven como nos tratamos, descubran realmente que nos conduce el Evangelio de Jesús, que nos conduce el Corazón de Jesús, que queremos imitar el corazón de la Virgen, la que mejor que nadie encarnó la Palabra y nos trajo al Redentor.

   Estamos celebrando esta Fiesta Diocesana en un marco muy providencial para la Iglesia, para la iglesia particular de Cruz del Eje, celebrando los cincuenta años de creación de la iglesia particular, donde toda la iglesia está presente aquí, que debemos siempre tener presente, a recordarlo, rezarlo, celebrarlo, toda la iglesia presente en cada iglesia particular, no un pedacito de iglesia, ni una sucursal de la iglesia de Roma, toda la Iglesia Católica, santa, una, apostólica, está presente en esta iglesia diocesana que celebra y se prepara, o transita, este año jubilar de los cincuenta años de creación y de vida, es un tiempo, por lo tanto, como la palabra lo dice, de júbilo, de alegría, de gratitud, de celebración, pero es un tiempo también de mirarnos para ser más fieles, cada vez más fieles a lo que el Señor quiere para nosotros para cada uno de nosotros, cada uno de los que estamos escuchándonos, tenemos que vivir en mayor fidelidad al Evangelio de Jesús, transitando el año jubilar con la gracia de tener muy pronto un nuevo beato en la iglesia, el Cura Brochero, el Padre José Gabriel del Rosario Brochero de nuestra tierra de Córdoba, de nuestra Diócesis que gastó y desgastó su vida por el Evangelio, que nos enseño a ser "discípulo misionero", y damos gracia porque en este año también la iglesia celebra, agradece, la presencia de un Pastor tan nuestro como Francisco, que en el corazón universal de la iglesia está haciendo tanto bien que nos está renovando, que nos está invitando a volver a las cosas sencillas del Evangelio, que nos está invitando a mirar a Jesús y a sus gestos, que nos está invitando a acercamos a Él y en unión con la palabra que escuchamos seremos hermanos, madres, parientes de Jesús en la medida que vivimos la voluntad de Dios en nuestra vida... Y, ¿cómo sabemos la voluntad de Dios?¿Cómo descubrimos la voluntad de Dios?, en cada Padre Nuestro lo pedimos,  en cada Padre Nuestro    decimos “que se haga tu voluntad”, si somos sinceros, todos tenemos que ponernos en camino para encarnar la voluntad de Dios... Y ¿cómo descubrimos esa voluntad?, como la Virgen, en la contemplación de Dios, en la espera de Dios, en el amor a Dios sobre todas la cosas, en buscarlo y en buscar a agradar a Dios, en la oración permanente y cotidiana, los cristianos no podríamos dejar pasar un día si una sincera oración con el Señor, confrontando nuestra vida con el Evangelio, dejándonos interpelar por él, solo así de verdad podremos vivir la voluntad del Padre, solo así podremos, al terminar cada día, que nuestra vida quizás no se adecuó a la voluntad del Padre, y volver a empezar reconociendo su misericordia.

Pidamos al Señor entonces, ser “muy pariente” suyo, que podamos encarnar y vivir como los santos, como la Virgen, como tantos cristianos y cristianas de antes y de ahora, que intentan plasmar el Evangelio, esta vocación posible a la que fuimos llamados y que hoy en esta Fiesta de la Virgen se nos recuerda esta,  nuestra vocación, esta posibilidad, esta llamada que cada uno de nosotros tenemos. 

Así sea.

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